miércoles, 9 de noviembre de 2011

Nan

Supongo que ya estarás harto, estés donde estés, de leer este tipo de entradas sobre ti, así que desde aquí te doy mi absoluto permiso para parar de leer e ir a echarte una siesta, pero antes dedícame una de tus sonrisas, por favor. Y luego, cuando tengas tiempo, vuelve a leer esta sarta de cursiladas que están a punto de salir de mí. Porque necesito que salgan.

De todas formas, siempre tengo la sensación al hablar de esto que voy a decir, sentir, pensar, expresar algo que no debería. Que alguien me va a decir "¿pero qué dices?" o algo así, o se va a sentir ofendido. Si as así lo siento, aunque se supone que una no debe avergonzarse de estas cosas si las siente de verdad, ¿no?

¿Sabes? Para mí tu nombre, que siempre ha sido Nan, ya lo dice todo de ti. Todo aquel que te conoce te adora, ¿por qué? Porque eres auténtico. Una de las pocas personas que no se avergonzaba de lo que era, que era feliz siendo él mismo, y por eso te admiro tantísimo. Me arrepiento de no habértelo dicho, y, si lo he hecho (que igual si) de no habértelo repetido hasta que te hubieses hartado de oírlo. El día que pasó todo, mi madre (en un intento, supongo, de ayudar de forma original) me dijo que escribiera todo lo que se me pasaba por la cabeza. Supongo que por eso de ser escritora, aunque a mí me pareció (y me lo sigue pareciendo) una chorrada. Realmente no tiene ningún sentido nada de lo que escribí en su momento, y es tan deprimente que sólo voy a pegar aquí un cacho pequeño:

(...)un chico que te veía y te daba dos besos, que tenía un abrazo para ti cuando quisieras. La gente se une en momentos así. Se dejan a un lado las diferencias, las rencillas, las quejas, los insultos, los odios... y simplemente acaba todo el mundo pidiendo ayuda, intentando superar algo que ya de por sí es imposible de superar.(...)
(...)Es imposible que ya no le vayamos a ver más sonreír, ni dar dos besos a los chicos. Ni poner incómodo a nadie en broma. Me acuerdo el otro día que dije: si estuviera Nan aquí lo mandaría a darle una zancadilla a Gabi. Porque Nan era así, le pedías una cosa y la hacía, fuese cual fuese. Uno de esos amigos de verdad.(...)

(y eso que he puesto las partes más light)

De todas formas, siempre te tendremos dentro de nosotros. Yo creo que lo que sentíamos por ti mucha gente era adoración, simple, llana y pura adoración. ¿Cómo se puede ser tan buena persona? Deberías haber dado un curso, porque si todo el mundo fuera tan sumamente bueno como tú, las cosas irían siempre bien, la vida sería mucho más feliz.

Me siento mal porque es como si no te hubiese prestado la atención que merecías. Espero que no te molestara, pero es que estabas tan fijo, es como... ni siquiera sé cómo explicarlo, es demasiado complicado.

Eras el que compartía los chistes malos conmigo. "Nan, ¡tengo un chiste malo nuevo!" y de repente me prestabas toda tu atención, como si yo fuera importante de alguna manera. Reconfortante... y en ciertos momentos... ¿cómo eras capaz de encontrar exactamente la palabra, frase o gesto que necesitaba? Ese truco lo tenías bien guardado. Pero lo hacías.

Y es verdad, como ya ha dicho Adrián, tu sonrisa era tan pura y sincera que hacía estremecerse a las sonrisas falsas de mucha gente. Resultaba tan sumamente fácil sonreír cuando estabas cerca... como si fueras un generador de felicidad al que se fuese enchufando la gente que se sentía descargada. Algo así, no me hagas mucho caso que las metáforas nunca han sido lo mío.

Me acuerdo de cuando llevaste a clase a tu "perro" hecho con una libreta hecha mierda, y lo ibas paseando por la calle y nos contabas lo que te había pasado con él. Que una señora lo había mirado mal y le habías dicho "¡Ataca!" y luego habías ladrado, y que sabía hacer mortales...

La gente trataba de imitarte, de seguir tu estela, pero no lo conseguían, porque es imposible cabronazo, dejabas el listón demasiado alto.

Si todo el mundo quería ser tu amigo sería por algo, ¿no? Eso hasta el más tonto debería saberlo, o darse cuenta. O si no, que te conozca, que quiera ser tu amigo y luego ya estará de acuerdo conmigo. Sencillo. Fácil. Eficaz.

Cuando salió la historia aquella de que eras un ladrón... es que no tuve ni que pensarlo. "No. Nan no es un ladrón." salió en mi cabeza. Y no se ha ido de ahí, no ha temblado ni un segundo, ni un parpadeo, ni el latido de un corazón. Es que tengo fe inquebrantable en ti. Y la seguiré teniendo siempre, y para mí siempre serás una persona pura de corazón, de mente y de alma, que siempre tenía una sonrisa que regalar al que más la necesitara y que, si pedías ayuda, le faltaban manos para echarte.

¡¡¡¡¡¡¡¡TE QUIERO NAN!!!!!!!!!!! Que lo sepas y que se te quede ahí dentro. Eres un bromista, una buena persona, un amigo impresionante, un chico inteligente, guapo (vaya piropos te echo, ¿eh?), y que merece la pena haber conocido. Qué digo, merecer, ¡¡¡me siento honrada!!! Gracias por regalarme ratos tan maravillosos. Los guardaré en una cajita, que nunca llevo el corazón encima por si me lo quitan.

Fin de las cursiladas.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado bastante la entrada. Y la parte del perrito es genial, yo estuve en ese momento, pero ya ni me acordaba !

    ResponderEliminar
  2. Dios Cris, me encanta esta entrada, refleja perfectamente los aspectos positivos de Nan y es muy optimista.

    ResponderEliminar